En el otro lado de la pasarela se encuentra el futbolista español por excelencia: Salva Ballesta. El delantero del Málaga, Atlético, Levante, Sevilla, Racing, Valencia, Bolton… es el prototipo de jugador contrario a las nuevas tendencias metrosexuales dentro del fútbol. Su fama de patriota y soldado se las ha ganado a pulso con comentarios como: “No me voy a ir de un campo porque me insulten” (tras un partido en Anoeta), “Arriba España; servir hasta morir”, “Se están devaluando las Fuerzas Armadas y los altos mandos deberían dar un taconazo”. No se ha cortado nunca de sincerarse sobre sus doctrinas políticas y de dejar claro su opinión sobre temas espinosos: “Lo del Estatuto Catalán me parece una vergüenza” “Le tengo más respeto a una caca de perro que a Oleguer” (Refiriéndose a unas declaraciones del defensa del Barça, el cual es un reconocido nacionalista catalán).
Todas estas opiniones no caen en saco roto y es el héroe de algunos y el villano para otros muchos. Sus “Arriba España” pintado en la suela de sus botas, su saludo militar en la celebración de sus goles, sus autógrafos sobre las banderas anticonstitucionales con el águila o sus comentarios en los que ponía en cuestión el Estado de Derecho por el asunto de Iñaqui de Juana Chaos, han forjado toda un mito digno de debate. Sobre todo, al ser un personaje público vinculado tanto al mundo del fútbol y del deporte.